Si alguien lee en un cartel sobre un árbol que estará expuesto a fósforo, azufre e
imidacloprid, seguramente no entenderá los efectos que dichos agentes químicos pueden
causar sobre el organismo a corto o tal vez a largo plazo. Por otra parte en el
mismo plano se puede ver la conocida cruz de San Andrés, uno de los símbolos
que más fácilmente se han asociado con el peligro y la frase “No procede plazo
de seguridad”, ambas cosas juntas resulta algo confuso. Si alguien tratara de
ponerse en contacto con los responsables de la información, esto no es posible
porque no se indica.
Pero cuando
uno pasea al perro y este se roza con las hierbas del jardín; o cuando los
niños pequeños toman alguna rama u hoja impregnándose de lo que tenga, más
tarde vamos a casa, lo compartimos con toda la familia y casi sin darnos cuenta
ese hecho puede afectar a nuestra salud. Si pensamos que podemos dar entrada en nuestra
casa a un biocida o a un pesticida, la cosa no tiene ninguna gracia.
El
etiquetado de las zonas de fumigación que supuestamente realiza el Ayuntamiento
puede inducir a error, por lo que es susceptible de mejora y se deben hacer
esfuerzos para ello.
La
información de la que dispone el ciudadano es escasa, incompleta y difícilmente
utilizable. Se ofrece en un folio, susceptible de ser ilegible en breve si le
da el sol o si se moja porque llueve. En el cartel que se exhibe indica los
productos que se están utilizando, para qué los está empleando, las sustancias incluidas
de forma porcentual, si la aplicación exige o no plazo de seguridad y la fecha
en que se realiza la aplicación. Por lo menos debería haberse incluido
información que alertase al ciudadano, por ejemplo si el producto al tocarlo
irritará la piel, si es inflamable, si es dañino por ingestión o inhalación, si
se debe evitar el contacto con los ojos, la piel o la ropa… información que nos
pueda ser realmente útil. El resultado que
se puede dar es que la ciudadanía que pasea, que puede llevar niños o animales
de compañía no conozca a qué riesgo puede estar sometido, ni cómo defenderse
del mismo.
En mi
opinión la información mínima que se debe de dar es:
-
Identificación
del producto.
-
Sustancias
peligrosas que componen la mezcla.
-
Cantidad
de cada sustancia o lo que es lo mismo masa por volumen.
-
Palabras
de advertencia del peligro que supone.
-
Pictogramas
de peligro.
-
Identificación
del peligro
-
Consejos
de prudencia e identificador del proveedor.
-
Información
de contacto con la empresa que aplica el tratamiento.
De forma
clara, legible e indeleble.
Se trata de
que se pueda realizar una valoración del riesgo sin necesidad de acudir a
costosos estudios y mediciones de las sustancias presentes en los lugares. Basta
con conocer algunos datos como las cantidades de uso, las propiedades
peligrosas y los tiempos de exposición para valorar el riesgo. Pensemos en personas
con sensibilidad química múltiple, niños, personas mayores, mujeres embarazadas
o personas con afectaciones pulmonares podrían verse afectadas con algún tipo
de aplicación, por lo que el aviso previamente a la ciudadanía es muy
importante para paliar posibles efectos adversos en la salud.
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