El ejercicio del poder emborracha con frecuencia a quien lo
ejerce. Ocurre con frecuencia que el estado de embriaguez es permanente: intoxicación.
La señora Aguirre es el claro ejemplo de ello. Repasad sus intervenciones bien
en discursos o en poses y comprobad como el lenguaje global de su cuerpo es la
clara manifestación del poder. El desplante, la chulería, el insulto, la
descalificación.
Especialmente la suya propia, pues siempre, sin remedio, acaba
demostrando su ignorancia y su chulería: yo mando es su mensaje. Como podría
consentir verse interpelada por un simple agente que le recordara sus
obligaciones ciudadanas a ella, como osaba ese gusano, se preguntaba en el
fondo de su altiva cabeza, entretenerla a ella. Otra vez demostró su calidad
ciudadana. La misma con la que presidio el parlamento y la comunidad de Madrid,
eso sí, con los votos de los humillados. Y todo ese poder nos sale de nuestra
crisis porque ella y los suyos jamás la han tenido.
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