Ante el anuncio realizado por el
Ayuntamiento de Sagunto de la concesión de medallas de plata a dos activistas
del movimiento ciudadano, Luis Madrid y Antonio Morcillo, los componentes del
Grupo de teatro The nomeARSE Group queremos dejar constancia de nuestro total
acuerdo con la entrega de dichas distinciones a estos destacados ciudadanos.
Conocemos la trayectoria de Luis
Madrid porque fue, y es, un referente en la historia del movimiento vecinal
porteño y nos congratulamos con la merecida distinción que se le otorga. De
Antonio Morcillo se puede decir lo mismo, pero nosotros, sus compañeros del
grupo de teatro, por sentirlo tan cercano, queremos además rememorar algunos
aspectos de su personalidad, aquellos que lo hacían tan único y tan especial para los que
lo conocíamos y queríamos.
No nos vamos a referir aquí, otros ya
lo han hecho, a su ejemplar, continuada y meritoria contribución al
sindicalismo de clase; tampoco a las décadas dedicadas a la militancia en el
asociacionismo vecinal; tampoco al trabajo profundamente vocacional y entregado
a la formación profesional. En todas estas facetas, y otras más, nos ha dejado
su impronta, su buen hacer y su entrega. Suponemos que ello es lo que justifica
la distinción que en esta ocasión se le otorga.
Pero Antonio era mucho más que eso:
viniendo de una familia emigrante en la posguerra, habiendo pasado las
calamidades propias de la época y algunas más, fue capaz a lo largo de toda su
vida de no perder de vista su origen ni perder el nexo de unión con su gente,
mantener su sencillez, a pesar de que él desde hacía tiempo ya no era un hombre
sencillo y mucho menos rústico: le habían transformado sus trabajos, sus
empeños, sus luchas y una insaciable sed de cultura que le invitaba a devorar
todos aquellos libros que le sirviesen para avanzar y comprender mejor el mundo
que le rodeaba.
Nunca fue un intelectual, no
pertenecía a ese mundo. Pero era mucho más que eso: él sabía de todo porque
aparte de ser un gran lector era una persona muy reflexiva. Ello le permitía
ofrecer, siempre bien dispuesta, una opinión propia bien estructurada sobre
cualquier tema, aunque sus reflexiones, convicciones y opiniones nunca fueron
inamovibles. Era muy duro en la polémica y muy hábil en la argumentación,
aunque, eso sí, le sobraba nobleza y honestidad para aceptar y asumir las tesis
y argumentos de otros si estaban bien basados. En todos los lugares donde
estuvo siempre fue capaz de aceptar, por profunda convicción democrática, las
resoluciones tomadas por mayoría aunque no le gustasen y era sencillamente
incapaz de realizar aquello tan hispano y nuestro como romper la baraja si no
te gusta la partida.
Participó en todo tipo de debates
ciudadanos a través de sus escritos en la prensa, en debates radiofónicos y
televisivos, pero sobre todo fue durante muchos años la persona que más
participó desde el público en los debates plenarios del Ayto. Durante
quinquenios asumió el rol de ser el Concejal 26, el azote de malos políticos.
Sus gustos eran bastante ascéticos y sencillos, los culinarios también, aunque
a su vez disfrutaba cocinando lo mismo para ocho que para veinticinco (que se
lo pregunten al grupo ciclista en el que participaba y al resto de sus amigos)
Y no lo hacía nada mal por cierto.
Como ninguna cosa del mundo le era
ajena, le gustaba mucho la literatura, el cine, el teatro, pero especialmente
la música; con una guitarra y un grupo de amigos era capaz de sentirse la
persona más feliz del mundo, entonces se le veía resplandecer… hasta era capaz,
cosa que a algunos nos abrumaba, de recordar cualquier letra de cualquier
canción de cualquier estilo de música popular. Participaba como bajo en la
Coral Camp de Morvedre y era componente del grupo cómico-musical nomeARSE,
grupo al que nos fue llevando por inercia a una actuación basada en chirigotas,
porque además de ser un entendido en el tema era verdadera pasión la que sentía
por ese estilo carnavalero, gaditano, que une la crítica, la música y el humor
popular a un nivel como pocas otras manifestaciones populares logran alcanzar.
Ese especial sentido del humor, inteligente y popular, le acompañaba siempre.
De sus muchas virtudes creemos que se
podría decir que la principal fue siempre la generosidad: siempre y en
cualquier momento podías contar con él. En esos casos no tenía vida propia.
Siempre estaba ahí cuando hacía falta. Era un pilar y un seguro sostén para
familiares, amigos, vecinos… y para cualquiera que le pidiese ayuda o que él
percibiese que la necesitara. Creemos que había logrado llegar a lo que debió
ser siempre su meta: un ser pleno, una persona cabal.
Esa es la imagen que tenemos y
queremos transmitir de Antonio Morcillo, eso es lo que queda de él y esa es la
herencia que nos deja, por eso nos sentimos afortunados por haberlo conocido,
por haber sido unos más entre la gran cantidad de amigos que dejó, por haber
tenido la oportunidad de compartir y disfrutar gran cantidad de cosas con él, aquellas que son tan
importantes para la búsqueda del amor, la amistad y de aquellas pequeñas cuotas
de felicidad a las que, a veces, nos es dado acceder.
Creemos que, a partir de ahora, este
pueblo se debe a sí mismo unas calles que lleven el nombre de estos dos
ciudadanos ejemplares, no por agradecimiento ni recompensa a sus esfuerzos
ciudadanos y solidarios, que también, sino para que, sobre todo, no se olvide
ni desaproveche el gran ejemplo moral y práctico que suponen para toda la
ciudadanía sus importantes legados.
Luis,
Antonio, con distinciones o sin ellas os damos las gracias por vuestra
generosidad, por todo lo que nos habéis dado. Siempre estaréis con nosotros.
The
nomeARSE Group
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